Trump llegó al poder con un discurso fuerte de recuperar la producción local, los empleos perdidos por una clase media que trabajaba en fábricas y que se lanzó a votarle en masa. Y la fórmula que propuso para lograr que volviera la fabricación a EEUU era poner aranceles a la gran fábrica del mundo, China.
Ya han pasado cuatros años desde aquella subida de aranceles y dos años del posterior acuerdo. Ya se pueden ver los efectos económicos que han tenido. Y, la verdad, si el fin podía llegar a ser razonable, los medios no han podido ser peores. Los efectos de estos aranceles han sido los contrarios a los deseados.