Cinco desarrolladoras españolas cuentan su experiencia en el sector: de estar sin referentes femeninos a un futuro que pinta bien

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Cinco desarrolladoras españolas cuentan su experiencia en el sector: de estar sin referentes femeninos a un futuro que pinta bien

Mucho se habla de la importancia de que las niñas y mujeres jóvenes tengan referentes en un sector tecnológico donde la inmensa mayoría de los trabajadores son hombres (y en más sectores, como tenemos el ejemplo de hace unos meses sobre las mujeres cómicas). No es que las mujeres lleguemos al mundo programadas para dedicarnos a otros sectores y dejar de lado las tecnologías, es que tradicionalmente este ha sido un mundo donde la inmensa mayoría de los profesionales son hombress.

No podemos olvidar cómo incluso durante la historia, hemos estado vetadas de estos espacios. En 1958, la Universidad de Dartmouth decidió saltarse su norma de ‘sólo hombres’ (que estuvo vigente durante 188 años) para permitir el ingreso de Mary Kenneth Keller, una monja (tenemos más ejemplos de mujeres que decidieron meterse a monjas para no casarse y seguir estudiando, como Sor Juana Inés de la Cruz) como investigadora para su Centro de Computación, donde empezó a colaborar con John George Kemeny y Thomas Eugene Kurtz.

De dicha colaboración surgió el dialecto original de BASIC (conocido como Dartmouth BASIC), del que se suele citar a sus colegas masculinos como únicos creadores.

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Para este reportaje hemos hablado con mujeres desarrolladoras y programadoras sobre su experiencia en el sector, cómo ven el futuro, sus motivaciones y sobre esos momentos en los que han tenido que aguantar un típico mansplaining por esa costumbre absurda de pensar que como somos mujeres no entendemos de ciertas cosas.

Esto último no lo contamos para victimizar a ninguna mujer, sino para visibilizar lo ridículo que puede llegar a ser cuando alguien nos alecciona y nos toma por menos solo por temas de género. La que aquí escribe también ha tenido que aguantarlo en más de una ocasión.

En este reportaje han participado Azahara Fernández Guizán, frontend developer en Sngular; Shaila Pérez Fernández, Arquitecta Técnica en Castelao Arquitectura Técnica y programadora; Irene Díaz, desarrolladora Backend con tecnologías Java; Isabel S.S., Desarrolladora Backend y Educadora Social; y Sandra Cabello Programadora de productos digitales como Full Stack para Innovación y Cualificación sobre sus experiencias en el sector.

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Por su parte, la desarrolladora de software Laura Morillo-Velarde Rodríguez nos comentó que a veces «puede resultar poco motivador para las mujeres del sector el que siempre te estén preguntando cosas de por qué eres mujer en el sector». Sin quitarle la razón y comprendiendo su punto, el objetivo es motivar a más mujeres a entrar en este sector en alza (no solo jóvenes, ya que en cualquier momento podemos decidir cambiar de carrera profesional) y es que, como dice Azahara Fernández el sector necesita motivar y visibilizar más a las grandes compañeras que tenemos en él.

Isabel S.S., como desarrolladora backend, nos recuerda que sabemos que desde los inicios de la informática ha habido mujeres programadoras (Top Secret Roses, Evelyn Berezin, Grace Hopper entre otras muchas), y ahora nos damos cuenta gracias a la labor de difusión del conocimiento que se hace actualmente.

Reconoce que «queda un buen trecho», pero afortunadamente tenemos referentes muy interesantes sin alejarnos de España como Diana Aceves o Nerea Luis Mingueza. Con respecto a las iniciativas hay cada día más colectivos de ayuda, de chats y de meetups centrados en género y tecnología así como opciones como Adalab para poder formarte.

Qué te motivó para ser programadora

Adam Winger Xt4g9vbmlje Unsplash

Sandra Cabello cuenta que decidió «estudiar programación cuando estaba cursando Bachillerato, pero tenía que elegir una carrera, en principio opté por Arquitectura. Un amigo me dijo que lo que yo hacía en mis ratos libres se podía profesionalizar» y ahí comenzó el camino hacia el mundo del desarrollo de software.

Isabel S.S. explica que es una apasionada de la informática desde siempre, pero que «no fue mi primera opción laboral». Se formó en Educación Social y luego estudió informática. «No soy exactamente una profesional reciclada porque tenía claro estudiar informática posteriormente«. Hizo dos ciclos formativos superiores de Desarrollo, tanto Web como Multiplataforma y con 23 años comenzó a tomarse en serio la posiiblidad de enfocarse en el desarrollo.

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Azahara Fernández Guizán dudó cuando le tocó elegir que carrera iba a estudiar y en ese momento se decantó por Biología. «Pero al terminar mi doctorado me di cuenta que no quería seguir por ese camino y mi marido me animó a estudiar la FP de Desarrollo de aplicaciones multiplataforma para adentrarme en el sector. Y desde que comencé a estudiarlo, me di cuenta de que era algo que me atraía muchísimo».

La propia Azahara recuerda que en los inicios del sector, en los años 60 era un sector con más presencia femenina y fue a partir de los 80 cuando comenzó el declive en cuanto a porcentaje de mujeres en él. Es por eso que se llevan unos años realizando iniciativas para acercar la programación a las jóvenes con programas como Stem Talent Girl y dice la prfesional que:»pienso que son muy importantes, porque hay muchos estereotipos con respecto a nuestro trabajo y en qué consiste realmente».

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Para Shaila Pérez, la motivación se la dio Azahara: «la decisión vino un poco de rebote, soy aparejadora y me tuve que reciclar por culpa de la crisis que hubo y que no me dio otra opción que replanterme mi futuro profesional. Gracias a otra compi desarrolladora, Azahara, una crack en la informática, me picó el gusanillo y decidí hacer el ciclo de DAM (desarrollo de aplicaciones multiplataforma)«. Ahora combina ambas profesiones, siendo programadora de una multinacional.

Irene Díaz recuerda que «desde bien pequeñita flipaba hasta con el teletexto», por lo que no dudó en estudiar ingeniería informática porque la tecnología siempre le ha llamado la atención. Sin embargo, «al acabar la carrera no me dediqué directamente al desarrollo, sino que probé con la investigación. Fue durante la tesis donde me di cuenta de que lo que a mi me gustaba era hacer software». Y realmente es una profesión que le encanta y le ha dado muchas alegrías
, así que afirma que no se arrepiente en absoluto.

Qué es lo más motivador de trabajar en el sector

Simon Maage Tximrx3gc G Unsplash

Irene Díaz está apasionada por su trabajo y lo que más le motiva de su trabajo es la sensación de ver un software en producción y «ver cómo algo que tiene una partecita de ti está en las manos de mucha gente y que les está ayudando o influyendo en su día a día es increíble». Otro aspecto muy positivo de esta labor es que «estamos consiguiendo condiciones laborales bastante buenas y unos entornos de trabajo muy divertidos y muy enriquecedores».

Azahara Fernández recuerda que «el trabajo en desarrollo tiene muchos beneficios, no sólo por las condiciones laborales que ya se van extendiendo a muchas empresas del sector (teletrabajo, horario flexible, salario…) sino porque el trabajo es muy entretenido». Ella lo define como resolver pequeños puzzles o mini-retos a diario.

La frontend developer en Sngular recuerda que «no se necesita ni ser un genio, ni ser una persona que sea muy buena en matemáticas o cualquier otro cliché que se haya escuchado. Es más importante saber trabajar en equipo y saber buscar soluciones o encontrar información». Además, otro asunto que Azahara aprecia del sector es que, aunque como veremos a veces hay que aguantar ciertos comentarios poco afortunados por parte de algunos, «suele haber buen ambiente entre los equipos. Yo he aprendido mucho y he crecido gracias a muchas personas con las que he trabajado y que me han ayudado».

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Tenemos buenas noticias de futuro: equipos más diversos

Christina Wocintechchat Com Faefwcdokig Unsplash

Isabel S.S. recuerda que «estamos en la época dorada de la diversidad porque está demostrado que cuando más diverso es un equipo, más trabajo de calidad saca adelante. Que creo fervientemente que la diversidad va a cambiar el mundo tal y como lo vivimos (y con diversidad no me refiero de género solamente, sino de edad, racial…)».

Este camino hacia el que se quiere y se va avanzando se contrapone a historias recientes que son vox pópuli. Irene Díaz recuerda que «venimos de unos años en los que los equipos «Brotopia», como los llamó Emily Chang en su libro, eran la norma». Esto se refiere a «chicos jóvenes, mayoritariamente blancos y heteros, comportándose como adolescentes.

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Y continúa explicando Irene que:

nos hemos dado cuenta de que ese modelo no funciona, de que los productos que salen de ese tipo de mentalidad no son para todas las personas y no queremos eso, por lo tanto, hemos empezado a hacer ruido y a hacernos visibles». Esta experta en Java está convencida de que estamos en una época de transición en la que estamos intentando que la profesión sea más amigable para todo el mundo

Shaila Pérez es conciente que en la empresa donde trabaja «también se está intentando fomentar la inclusión digital y erradicar la brecha de género, pero aún queda un gran camino por recorrer». Ella dice que cuando ella comenzó a programar hubiera valorado que le aportasen más idea de el infinito mundo de posibilidades que ofrece la programación y el desarrollo de software.

Gracias a la informática pueden hacerse cosas muy importantes, por ejemplo software para robótica educativa, inteligencia artificial para salvar vidas a distancia. Creo que darle este enfoque a esta industria, es un punto a favor para motivar a las nuevas generaciones de mujeres.

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Sandra Cabello cree que vamos por muy buen camino, y es que «cada vez son más las mujeres que apuestan por trabajar en el mundo tecnológico y lo comparten en redes sociales, que es un medio de comunicación primordial para llegar a más público joven y femenino». Otro punto positivo es que la formación online se está abriendo camino y cada vez más personas acuden a ella para formarse. Es ahí donde «desde mi punto de vista falta más profesorado femenino, más canales de Youtube hablando sobre código de programación cuyo emisor sea una mujer, más cursos en plataformas de formación donde el formador sea una mujer».

Irene Díaz afirma que ve que desde dentro, las profesionales están haciendo grandes esfuerzos porque este sea un terreno más diverso y está segura de que las desarrolladoras que están por llegar «se van a encontrar una industria mucho más amable que la de hace unos años en la que hay mucho sitio para todo el mundo y mientras más diversos seamos, más increíble va a ser esto».

Hola, Mansplaining

Jud Mackrill Of M3hmsoaa Unsplash

Y ahora vamos a hablar de este fenómeno tan común que se ha bautizado como mansplaning y se traduce a que un hombre nos explica cosas que ya sabemos (de hecho, muchas veces, de asuntos del que somos expertas), pero que sienten que nos lo tienen que explicar por ese sesgo que ha llevado a muchos a creer que algo, por el mero hecho de ser expresado por una mujer, tiene menos valor.

De las entrevistadas, solo Sandra Cabello dice haberse librado de esto. Las demás desarrolladoras tienen buenas anécdotas al respecto y que merece la pena poner sobre la mesa para ver lo ridículo que puede llegar a resultar.

Isabel S.S. dice que tiene varias anécdotas interesantes: «creo que la más chocante me pasó cuando aún estaba estudiando que me encontré a un compañero que había dejado el ciclo pero que me decía que yo lo dejara porque era mejor que fuera secretaria o «algo así»», tal y como le soltó. También ya trabajando, hay gente que le ha dicho que querían hablar con el informático, cuando la informática era ella. Han supuesto que no sabía cosas que sí sabe y esta experta en backend se da cuenta de que «tengo que demostrar mucho más para entrar en el halo de confianza».

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Aún así, ella se muestra positiva. Por un lado, cree que estas cosas que pasaban hace casi diez años están no siendo tan horrendas y explícitas porque la pedagogía de la difusión hace mucho, aunque eso no quiere decir que deje de suceder. «Solo que ahora es algo más sutil» y también cree que ser conscientes de que esto sucede es una forma de atajarlo y ve a la gente concienciada.

Azahara Fernández tiene varias de estas historias:

¡Claro que he tenido momentos de mansplaining, desde que alguna persona se pusiese a explicarme en que consistía el lenguaje de programación con el que llevo años programando, hasta que den por supuesto que tienes menos experiencia de la que tienes realmente!.

Las veces que más ninguneada se ha sentido en la industria ha sido cuando asiste a eventos y presenta el trabajo que realiza en su tiempo libre junto a su marido y es que afirma que siempre hay alguna persona que asume que la parte mas técnica la realiza él. Incluso ha llegado a escuchar cosas como «os escogen siempre, porque como tú eres mujer, para cubrir un cupo». Al igual que Isabel, Azahara nota cambios positivos: «afortunadamente cada vez hay más personas que están rompiendo los clichés y dándose cuenta de sus micromachismos y el cambio se va notando».

Irene Díaz no se ha librado de esta práctica machista (y pesada): «es algo que me ha ocurrido y me sigue ocurriendo muchísimo». Como anécdota, «me ha pasado llegar a un trabajo nuevo, dar mi opinión sobre un concepto y que me expliquen durante más de media hora por qué estoy equivocada para luego, un par de semanas después ir a los jefes con mis mismos argumentos para contar como propio lo que yo dije en ese momento«. Esta práctica se conoce como hepeating que es cuando un hombre se lleva créditos apropiándose de lo que le ha contado una mujer.

Díaz explica cómo tuvo que dejar un trabajo porque tenía un compañero que rehacía todos sus trabajos. De todos modos, del mansplaining se puede salir. Dice Irene que «he estado en equipos increíbles en los que la gente respetaba las opiniones del otro, por lo que sé que es posible una industria en la que esto no ocurra».

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Shaila Pérez está muy contenta con su equipo de trabajo actual, pero tuvo momentos más incómodos. «En la empresa en la que hice las prácticas no estuve muy agusto, para mi tutor era floja programando, y eso pasó también otra chica de las que estaba en el equipo contratada. No sé el motivo real de estas opiniones, porque la verad que a mi no me hacía mucho caso como tutor». Lo curioso es que sí le ofreció quedarse a trabajar en la empresa pero ella no quiso. «Evidentemente no me quedé ahí a trabajar. Una de mis profesoras al año siguiente de terminar el ciclo me contó que en el mismo equipo fue un chico y estaba encantado con este tutor».

La programadora Sandra Cabello dice que ella lleva 10 años formando parte de una empresa con un gran equipo de compañeros (en su departamento la gran mayoría hombres), que siempre la han respetado como mujer y como profesional, teniendo siempre en cuenta mis conocimientos y aptitudes. Esto demuestra que no hace falta hacernos un mansplaining para que un equipo funcione.

El «síndrome de la impostora»

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Como mencionábamos antes, dar visibilidad a ciertos aspectos incómodos puede ayudar a reconocerlos y ponerles nombre. Por tanto, hablaremos del bautizado como síndrome de la impostora y que según estudios científicos y psicológicos, afecta a muchas mujeres. Consiste en creer que no eres merecedora de tu éxito, entonces a una le cuesta asumir que sus éxitos son suyos y pueden achacarlo a golpes de suerte.

¿Habrán vivido esto las profesionales del sector? Azahara Fernández explica que «tuve una época en que pensaba que no era lo suficientemente buena en mi trabajo y todavía hoy en día, me cuesta trabajo hablar de cualquier tema relativo al sector si no considero que tengo un alto conocimiento, porque tengo miedo equivocarme o mostrar que tengo conocimientos básicos en una materia concreta y que sirva para ser objeto de críticas».

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Irene Díaz tiene sentimientos similares: «diría que con la experiencia se pasa un poco, pero no lo tengo tan claro. Al final es una industria bastante competitiva» explica la experta en Java. Lo positivo es que ve un cambio. Siente que en esta industria se iba valorando mucho «a los que más vociferan y dan su opinión de forma más vehemente y si tu no eres así hace que te sientas un poco pequeñita», pero con los años te das cuenta «de que sólo es ruido, pero cuesta».

Para Shaila Pérez en sus comienzos le surgieron «muchas dudas e inseguridades» pero ha ido «cogiendo confianza gracias al trabajo en equipo y a sentirme valorada por mis compañeras y compañeros» además de que con el tiempo le han ido dando más responsabilidades en la empresa, lo que le ha motivado.

Sandra Cabello achaca que a veces podamos tener estos sentimientos a que «el mundo tech avanza muy deprisa, siempre hay algo nuevo que aprender y en ocasiones te hace pensar si tienes los conocimientos necesarios para considerarte programadora».

Finalmente, Isabel dice que «creo que si lo siento, pero no lo cargo con esa etiqueta todavía, sino con la etiqueta de la autoexigencia diaria (que es un poco la consecuencia del síndrome). Estoy trabajándome no ser tan exigente y perfeccionista porque creo que es un tema común que tenemos las mujeres en este ámbito (también pasa en general)». Esto se traduce a poder creer que este no es nuestro territorio o no es nuestro espacio y querer ser demasiado duras con nosotras mismas.

«Hay que permitirse tener peores días para poder tenerlos mejores y utilizar nuestro amor por la lógica para entender la psicología de lo que nos pasa cuando creemos que estamos en un puesto que no valemos cuando en realidad sí que lo valemos de sobra», concluye la experta en desarrollo backend.


La noticia

Cinco desarrolladoras españolas cuentan su experiencia en el sector: de estar sin referentes femeninos a un futuro que pinta bien

fue publicada originalmente en

Genbeta

por
Bárbara Bécares

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