Telefónica ha sido históricamente el valor español que había que incorporar en cartera. La gran teleco española por excelencia que dominaba el mercado español al partir de una situación previa de monopolio. Una multinacional, que ofrecía grandes beneficios y, en consecuencia, buenos (y crecientes) dividendos.
Ha seducido a los inversores amantes del dividendo a través de una seductora rentabilidad por dividendo, generalmente, por encima del 5%. Incluso, si nos situamos en 2011-2012. Llegamos a ver rentabilidades por dividendo por encima del 10%. Unos números difícilmente resistibles que invitaría a invertir en la teleco española.
Sin embargo, todo inversor que busque invertir vía empresas que repartan dividendos debe solicitar varios requisitos: dividendo estable y creciente en una empresa bien posicionada en el sector y que el pago de la remuneración para el accionista no supere tanto los beneficios como en flujos de caja… Lamentablemente, Telefónica solo cumple el último requisito mencionado.
En principio, las grandes telecos han sido promocionadas como un sector defensivo con sus altos flujos de efectivo y beneficios estables, lo que deja a las acciones en una buena posición para resistir con firmeza los choques financieros.
Pero desde ya hace más de una década subyace un problema estructural: Telefónica se ha enterrado en una montaña de deuda por la necesidad de invertir fuertemente en la construcción de banda ancha de fibra y en las nuevas redes móviles. Al mismo tiempo que la mayor competencia ha ido presionando a la baja los precios de los servicios ofertados. Con esta realidad, es difícil mantener un dividendo estable y creciente.
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Y es que la clave para entender a Telefónica es que, descontando las expectativas de generación de flujos futuros, las acciones caen más rápido que lo que llegan a recortar el dividendo (por ese motivo tienden a aparecer rentabilidades de dividendo altas). No obstante, más adelante, la Junta va recortando los dividendos, asumiendo la propia realidad de la empresa.
Ciñiendonos a su política de dividendos, desde 2014 a 2015 daba un 0,75 euros (rentabilidad por dividendo del 6%). Desde 2016 se recortó a 0,40 euros y se ha mantenido hasta hoy, mientras que la rentabilidad por dividendo ha ido subiendo hasta 10,7%, por el hundimiento de las acciones. Y para este año, la Junta aprobó otro recorte de dividendo hasta los 0,30 euros.
Mientras tanto, si hacemos una retrospectiva de la última década, ir cobrando estos dividendos decrecientes les ha costado a los accionistas una caída del 65% en el precio de las acciones.
Cuidado con la «trampa del dividendo»
Muchos valores se presentan a los inversores bajo la trampa del dividendo que consiste en ofrecer una remuneración al accionista que será insostenible a lo largo del tiempo.
Esto puede deberse a una variedad de razones, como una alta tasa del dividendo sobre el beneficio (payout), la contracción de los beneficios que hace que haya menos efectivo disponible para dividendos o cargas financieras como una deuda masiva.
Cualquiera de estos factores, o una combinación de estos factores, puede hacer que un dividendo sea insostenible y, finalmente, obligar a la empresa a recortar el pago.
Una señal de advertencia con las trampas de dividendos es que el la rentabilidad por acción se dispara, lo que indica que el mercado ve cierta incertidumbre con el pago.
Para evitar la trampa del dividendo, buscamos acciones para comprar que tengan un apalancamiento razonable en el balance, ventajas competitivas duraderas, un sólido crecimiento de los beneficios y ratios de pago del dividendo razonable. Estos son los sellos distintivos de una gran acción para aprovecharnos de sus dividendos, por lo que si observa lo contrario de estas condiciones, la acción podría convertirse en una trampa de dividendos en el futuro.
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La noticia
Por qué el mantra «invierto en Telefónica que siempre da dividendo» se ha demostrado como un error en inversión en bolsa
fue publicada originalmente en
El Blog Salmón
por
Marc Fortuño
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