Los operadores del mercado de divisas consideran a la Libra ya tan sólo al nivel de divisas de países emergentes

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Los operadores del mercado de divisas consideran a la Libra ya tan sólo al nivel de divisas de países emergentes

Los mercados son en la práctica esos mares infestados de tiburones, y cuya existencia y carácter sanguinario tan bien viene a los políticos a la hora de escudarse ante las inevitables consecuencias de sus acciones más destructivas socioeconómicamente.

Y no sólo de tiburones que finalmente atacan va la cosa, porque en los mercados siempre hay indicadores previos que ya señalizan que algo está ocurriendo, y que deben hacer sonar todas las alarmas antes del ataque de los escualos.

Así ha ocurrido con el caso de la Libra Esterlina, que ha pasado de ser una de las divisas del planeta más sólidas y con mejor reputación, a ser ahora calificada por los operadores profesionales del mercado de una simple divisa al nivel de las divisas de países emergentes, en lo que supone toda una señal de alarma.


Los tiburones son despiadados, tanto como los dirigentes que hacen ir sangrando “a chorro” a sus respectivos países por los mares más infestados

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Pero lo cierto es que todos los políticos saben perfectamente de la existencia de los temidos depredadores, y del papel que juegan en la particular cadena trófica de toda socioeconomía. A pesar de ello, esos políticos tan execrables se siguen empecinando en adoptar políticas que hacen sangrar “a chorro” a las socioeconomías que (des)dirigen, lo cual inevitablemente acaba por atraer a los despiadados tiburones de los mercados, que acaban por hacer (dudoso) honor a su propia naturaleza (exactamente igual que los políticos, por cierto). Así podemos observar hoy en día cómo, siguiendo los pasos más populistas y autocráticos que ya empezó a dar Estados Unidos hace ya casi una legislatura, casualmente ahora Reino Unido empieza a verse inmersa en una espiral de destrucción socioeconómica paralela a la que ya sufrieran (y siguen sufriendo y profundizando) al otro lado del Atlántico. Todo un lamentable proceso para consternación de los ciudadanos británicos que creen firmemente en los sistemas libres y democráticos, y que por supuesto también rechazan frontalmente esas injerencias externas que hicieron un aplastante acto de presencia durante el referéndum del Brexit.

Porque eso que hemos calificado de espiral de destrucción socioeconómica efectivamente lo es, y cada vez hay más frentes de autodestrucción que se van abriendo, y que van sumiendo a lo que era una socioeconomía muy desarrollada y digna de elogios, en una república tetera con cada vez menos reputación y menos salud socioeconómica. La lista de escenarios en los que este proceso de destrucción va avanzando empieza a ser larga y reveladora, puesto que es incomprensible que sólo por casualidad, en sectores tan dispares y en los que Reino Unido era una gran potencia, ahora los británicos se estén viendo abocados al escarnio público más sonrojante.

Debemos empezar a resumir esta lista por el mundo de la política británica, que realmente ha sido el origen de todo. La falta total de compostura del nuevo premier británico Johnson desde sus primeros pasos, y su falta de respeto y ausencia total de las más mínimas formas y de saber estar, ya eran todo un mal augurio para quién se suponía que iba a guiar mesiánicamente a Gran Bretaña hacia ese Brexit que vendían que iba a traer para el país andanadas de libertad y riqueza a raudales (¡Ejem!). Pero lo que podía ser tan sólo una falta de la educación más elemental, ha ido demostrando hecho tras hecho que era el Reino Unido en su conjunto el que se estaba hundiendo en reputación por momentos. De esta manera, tras el escándalo de las injerencias extranjeras y la manipulación masiva del Brexit, posteriormente llegó la demostración fehaciente de todo lo que ocurriera entonces, y que ciertos sectores tan agresivamente han negado aquí para tratar de que Reino Unido se acabase de hundir (y de que otros narcotizados siguiesen su camino).

Entre esas irregularidades del Brexit está el cómo algunos de los «Brexiteers» divulgaron auténticas falacias, o el cómo se vieron involucrados en el escándalo de Facebook y en la manipulación masiva con información social de la funesta Cambridge Analytica, o cómo según destacados expertos algunos elementos pro-Brexit recibieron apoyo logístico y financiero de la propaganda internacional, o cómo otros han sido directamente objeto de escándalos y de dudosos «tejemanejes» financieros (a veces incluso con el dinero del propio Brexit), o cómo directamente algunos llegaban a tener intereses políticos, personales y empresariales en el divorcio con Europa. Desde su voluntaria miopía extrema y con implicaciones sistémicas, esos «algunos» sólo veían que el Brexit podía reportarles bastante dinero a corto plazo, sin importarles mayormente el futuro del conjunto del país ni de sus conciudadanos.

Por increíble y escandaloso que todo esto pueda parecer, el Reino Unido en esa espiral bate cotas a la baja mes tras mes. Porque recientemente ahora ya nos han llegado los datos y los hechos contrastables que confirman nuestros análisis primeros, y así se ha sabido hace unos días que, en ese primer embate contra Europa que fue el Brexit, ahora ha quedado demostrado fehacientemente que efectivamente sí que hubo fuertes injerencias rusas durante el referéndum, y lo que es más, todos los dirigentes británicos desde entonces han sido plenamente conscientes de la verdad de la mano del Comité de Seguridad e Inteligencia del mismísimo Parlamento Británico, además de por parte también de las propias agencias de inteligencia tanto de UK como de otros países desarrollados. Lo más grave es que esos dirigentes británicos del máximo nivel muy censurablemente no han querido ninguno tomar ninguna acción, ni para denunciar el hecho públicamente, ni para proteger convenientemente al pueblo británico de la amenaza real de la propaganda, que sigue atacándoles inclementemente en nuestros días (y a nosotros también, por cierto).

Pero por si en era poco esta inconcebible noticia que marca nuevas cotas de profundidad para la zambullida socioeconómica británica, esos sectores tan violentamente negacionistas de la propaganda y de las injerencias en Europa sufrieron un nuevo escarnio público. La segunda noticia bomba-nuclear fue la evidencia contrastada de que unos cuántos ministros británicos están literalmente en nómina de las redes rusas, bien directamente, bien a través de la circunscripción electoral de sus partidos. Y recuerden además que en Reino Unido es taxativamente ilegal que los partidos sean financiados por empresas o individuos extranjeros, a fin de salvaguardar su seguridad nacional y democrática. Ahora todo eso ha saltado por los aires, y nadie allí parece querer defender a su propio país, pero ¿Cuántos dirigentes pueden quedar en UK a los que les pueda importar todavía la ley y la democracia real en la época de lo que ya se sabía que fue el Brexit? Estos “elementos” políticos han estado recibiendo decenas de miles de Libras de organizaciones e individuos vinculados con la órbita rusa; un dinero que además en demasiados casos es de muy dudosa reputación, por cierto.

Gran Bretaña está cayendo en picado en todos los frentes estratégicos de la Socioeconomía

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Y (de nuevo) por si todo lo anterior no fuera poco (que no lo es ni de lejos), siguiendo la propaganda su patrón clásico en la guerra ciber-social, tras haber atacado despiadadamente a los dos primeros pilares de la socioeconomía británica (economía con el Brexit, democracia con la destrucción de su clase política), ahora la ciencia británica también empieza a estar en horas bajas, como tercer pilar a demoler según el manual de la propaganda internacional. En el mundo de la ciencia, hay artículos interesantes, revistas científicas, publicaciones reputadas de ciencia, y luego está ya The Lancet, la que ha sido la referencia decana en el mundo de la ciencia médica desde hace más de cien años. Pues bien, ahora surge otro escandalazo (otro más) en las Islas Británicas, y que ahora afecta a esta reputada publicación. El hecho es que The Lancet ha publicado sin ningún rigor una publicación muy muy criticable, casualmente exponiendo el éxito en la eficacia de las pruebas realizadas hasta el momento con la polémica vacuna rusa contra el COVD-19.

El tema realmente grave es que The Lancet publicó un artículo sobre una serie de resultados remitidos por las autoridades rusas, en los que supuestamente se mostraban las pruebas de campo disponibles para demostrar la inmunidad que generaba la emblemática y propagandísticamente vacuna llamada Sputnik V. Pero enseguida los científicos más rigurosos que tenemos la gran suerte de seguir teniendo en nuestras socioeconomías lanzaron la voz de alarma, y alertaron de que los datos remitidos por los rusos estaban burdamente manipulados. Efectivamente, aparte de que la “chapuza” no era nada profesional, el hecho es que decenas de pacientes que estaban siendo monitorizados para evaluar los efectos de la vacuna rusa presentaban exactamente los mismos datos (incluso en los decimales) en sus parámetros de salud. Esto es algo totalmente inconcebible en cualquier tipo de prueba médico-científica, y ni siquiera la casualidad sería capaz de alumbrar semejante coincidencia imposible. Los datos están chapuceramente manipulados, no hay otra.

Pero el asunto clave aquí ya no es ese “error” inconcebible, puesto que no supone ninguna sorpresa que la mentira forme tradicionalmente parte del arsenal propagandístico de los sistemas “dictapitalistas”; el tema aquí es cómo una revista de la altura de The Lancet ha podido llegar a publicar una noticia dando por buenos unos datos que han sido tan evidentemente manipulados. Los médicos literalmente no dan crédito a cómo algo así ha podido pasar: “¿Pero es que estaban borrachos?”,se preguntaba un médico de mi plena confianza. Nunca en la historia reciente de esta publicación decana se ha cometido un error tan grave, y que era tan fácilmente detectable y evitable. Y justo algo así llega para socavar precisamente ahora el pilar de carga que es la ciencia británica, pero además casualmente también ese “error” va y apuntala la reputación y el liderazgo mundial de Rusia, con Putin a la cabeza. Todo debe ser simplemente una inexplicable secuencia de coincidencias y de grandísimas casualidades, supongo.

Y de nuevo otra vez, por si todo lo anterior todavía no fuese poco, aún hay más (como decía Superatón). Los dirigentes de Reino Unido son capaces de sumir a su país en nuevas y abisales profundidades, por inalcanzables que puedan parecer. Ahora, la última del gobierno británico es que se saltan la legalidad internacional literalmente a la “torera”, y además de admitir sus censurables acciones abiertamente y sin despeinarse ni lo más mínimo, no tienen ningún reparo en recurrir a dejar en “papel mojado” los acuerdos sobre el Brexit que los mismos políticos británicos ahora en el poder firmasen con las autoridades europeas hace tan solo unos meses. Este asunto está haciendo que sus propios y más fervientes subordinados políticos estén criticando y dejando solo a Johnson, como ya le viene ocurriendo también al presidente Trump, por cierto. Y esto tiene muchas consecuencias, no sólo de cara al futuro y vital (sobre todo para Reino Unido) acuerdo comercial con la UE, sino que ya está afectando también a la relación futura de Reino Unido con otros países. De hecho, el propio Biden ya ha dejado claro que ciertos temas afectarán decisivamente al futuro acuerdo comercial EEUU-UK, precisamente vendido engañosamente por Johnson como la solución final a todos los males europeos del Brexit.

Pero lo que ha hecho ahora Johnson “en crudo” rompiendo el acuerdo es literalmente vulnerar la legalidad y saltarse un contrato firmado entre gobiernos. El asunto no tiene nombre, y lejos de demostrar la determinación británica por llevar a cabo el Brexit con éxito, tan sólo demuestra que los actuales dirigentes del país ya no tienen la más mínima credibilidad ni reputación, como ya alertan reputadas voces diplomáticas británicas de primer nivel. Pero es que además ya no es el perfil político que ellos mismos se están labrando a conciencia, es que con su reputación están destruyendo también la gran reputación de Gran Bretaña en el mundo de los negocios (pasaremos de puntillas sobre el tema de los “prácticos” paraísos fiscales). En última instancia, están además arrastrando en su debacle al conjunto del país, al que condenan a proyectar una gran y dañina inseguridad jurídica, y que asiste consternado a ver cómo están dirigidos por unos políticos de feria ambulante.

Pobres británicos, por si no fuera poco con el suicidio seguro que les supone el Brexit, ahora tienen encima que padecer y ser gobernados por unos dirigentes que muchos de los cuales reciben grandes cantidades de dinero ruso, sin saberse ni remotamente en concepto de qué exactamente. Y la mera incógnita sin resolver no hace mas que permitir albergar sospechas muy fundadas, a lo que se une en sospechoso especialmente el hecho de que han mantenido todo el entramado celosamente en el secreto más absoluto, hasta que la (casi) siempre heroica prensa británica ha destapado todo un culebrón venezolano en suelo británico. Y claro, con estos oscuros precedentes (que en realidad son hechos consumados), pues lo cierto es que tenía que llegar también lo inevitable en su plano más económico, y que es que esa pérdida reputacional británica tenía que traducirse en algún momento en una pérdida de reputación de la Libra Esterlina. Y eso por no hablar de cómo la convulsa situación británica llevar ya varios años lastrando claramente a la bolsa londinense frente a sus hermanas europeas.

La economía es “el algodón que no engaña”, y el algodón pasado sobre una moneda de un “Pound” va saliendo más negro que el carbón

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Efectivamente, para escarnio de sistemas dictapitalistas y de “wannabes” de autócratas y populistas, la economía es “el algodón que no engaña” de Mr. Proper, y como tal ahora hay que fijarse irremediablemente en cómo ven en los mercados la enseña socioeconómica que siempre es una moneda nacional. Así, la reputación internacional del famoso “Pound” es un termómetro fidedigno e inequívoco de con qué ojos ve el mundo económico a la actual socioeconomía británica en su conjunto, y lo cierto es que no la ven precisamente bien. De hecho, ven a la Libra Esterlina bastante degradada, y en los mercados internacionales sitúan ya a la Libra Esterlina a la misma altura que las volubles e inestables divisas de los países emergentes. Y esto no es sólo una percepción subjetiva generalizada de los operadores del mercado: es que el comportamiento objetivo en los gráficos de la Libra ante la pandemia y en otros escenarios es a esas divisas emergentes a las que más se asemeja, con altas volatilidades y gran inestabilidad. Ahora en Gran Bretaña es la otrora sólida Libra Esterlina la que ya está también dando significativas señales que no auguran nada bueno. La Libra, ¡Quién la ha visto y quién la ve! ¡Si hubiesen optado por subirse al transatlántico del Euro (o al menos de la UE) ahora estarían (más) a salvo de tempestades y tiburones!

A pesar de que los lanceros de la propaganda cargaron violentamente contra un servidor, que simplemente anticipó el resultado y las consecuencias del Brexit que han acabado sobreviniendo, ante el escarnio de demostrarse tanto falsos sus argumentos como injustificados sus ataques contra un servidor, ahora hay ciertos propagandistas que han mutado. La nueva táctica pasa por culpabilizar a los analistas como el que suscribe de la pobreza y el paro que ahora ya empiezan a ver casi como inevitables en Reino Unido. La propaganda es así, siempre encuentra una nueva forma de retorcer los argumentos para evitar hacer una ineludible autocrítica para con sus propios errores, y así acaban cometiendo una y otra vez las mismas barbaridades socioeconómicas y se van cargando un país tras otro, pero de lo cual acaban culpando oportunistamente a los mensajeros que ya advirtieron de todo cuando el desastre todavía era evitable. Porque justamente al contrario que esos tóxicos propagandistas, lo único que aspiramos a conseguir desde estas líneas es promover el debate público más constructivo sobre el futuro socioeconómico que se nos viene encima en cada momento, con el fin último de evitar unos desastres socioeconómicos que generan tremendos padecimientos, millones de desempleados, y mucha mucha hambre. Los hay que tratamos de evitar a toda costa el hambre del pueblo, y los hay que, aparte de provocarla, cuando ésta finalmente llega, la instrumentalizan para mantenerse en el poder y para usarla de arma arrojadiza contra aquellos que verdaderamente hicieron todo lo posible por que ese hambre no llegase.

Pero en el tema de hoy, la consideración de la Libra como divisa de segunda regional sería sólo otro clavo en ese ataúd en el que los propios británicos se han metido. Porque en un plano más general y como ya les dijimos en su día, si finalmente se consuma (y parece inevitable), el Brexit puede acabar siendo para los británicos lo que fue la pérdida de Cuba para los españoles: el caldo de cultivo para esa «inflexiva» generación del 98 que cambió nuestra mentalidad radicalmente y para los siglos venideros. No es cosa de los españoles en concreto, ni tan siquiera de los británicos: es algo que le ha pasado a cualquier imperio cuando ha dejado de serlo, y tiene que ver más con la naturaleza humana y con la psicología de masas que con las nacionalidades o con cómo se ha articulado la caída. Así, de este complejo proceso, los españoles ya sabemos un rato. Los británicos deberían ser inteligentes y aprender de nuestra Historia, en vez de denostarla con leyendas negras como hacen algunos de ellos: no hay nada más inteligente que aprender de cómo otros han encajado sus propios desastres (y tal vez sus errores), en vez de cometer tú de nuevo esas mismas equivocaciones. Durante nuestro imperio, los españoles cometer habremos cometido errores como todos, pero lo cierto es que esa falaz leyenda negra fue en realidad la primera gran campaña de desinformación y de propaganda global de la Historia, esa misma propaganda que ahora las redes de propaganda internacionales utilizan contra los propios británicos. Paradojas de la Historia. Los británicos deberían haber sido capaces de vislumbrar que tal vez les pudiese parecer malo perder definitivamente la conciencia de imperio británico, pero que bueno habría sido ganarla del europeo. Desafortunadamente, España no tuvo esa opción cuando le tocó su propia purga de humildad imperial.

Y las evidencias de la caída en picado del Imperio Británico ya no sólo se limitan al funesto Brexit, porque a la vista de las demostrativas noticias comentadas antes, surgen sistémicas preguntas cuya ausencia de respuesta sólo es indicativa de la degradación política y socioeconómica más lacerante: ¿Cómo puede ser que los sucesivos dirigentes británicos supiesen que en el referéndum del Brexit hubo una campaña de manipulación masiva y que no hiciesen nada? ¿Cómo puede ser que haya quedado demostrado que hay ministros cobrando dinero ruso sin ni siquiera saberse en concepto de qué y que no hayan sido cesados fulminantemente? ¿Cómo puede ser que una revista de la altura de The Lancet y con tanta experiencia y capacidad de análisis a la hora de valorar ensayos clínicos y estudios médicos no haya detectado manipulaciones tan burdas en los datos rusos sobre su vacuna? ¿Cómo puede ser que sea el propio premier británico el que opte por saltarse acuerdos legales y vinculantes, poniéndose por montera el mundo y la legislación internacional, y que se mantenga en su cargo? Aquí nadie dimite, y eso es lo más autodestructivo de todo, además de la sentencia condenatoria final. ¿Cómo puede ser también que ya absolutamente nadie dimita tras esta debacle sociopolítica? Debe ser porque será cierto que estas estratagemas no han dejado nada de la vieja gloria del Imperio Británico, y donde menos entre sus incalificables políticos.

Reino Unido está cayendo por el precipicio socioeconómico empujada por sus propios dirigentes, como les estaría ocurriendo también a otros países (alguno dentro de su misma órbita y en estado muy avanzado de descomposición), y como nos puede acabar pasando a cualquiera en esta era de manipulación, propaganda, injerencias, dominación, y destrucción socioeconómica. Lean y piensen con esfuerzo y responsabilidad, crucen los dedos porque también lo haga igual la mayoría, y combatan dialécticamente por imponer cordura, sensatez, espíritu crítico, valores democráticos, desacreditando constructivamente la propaganda y esas “conspiranoias” que son su última forma corpórea para destruirnos. Perseveren, no se rindan, y sean valientes. Mucha suerte en ese frente ciber-social (que ya quedó demostrado fehacientemente que es muy real), y salúdennos si nos ven en la trinchera de enfrente luchando por que no sigan destrozando una democracia tras otra.

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Nunca nuestros sistemas de libertades supusieron una amenaza tan existencial para aquellos regímenes sin rastro de ellas, por eso nos atacan sin piedad. Pero al final lo inevitable es que la propaganda puede que tape bocas y ofusque mentes, pero nunca llena estómagos ni reflota divisas. Y la Libra en concreto lleva una senda muy muy muy preocupante (y reveladora), al haber sido degradada a niveles de países emergentes. Porque el tema clave aquí es que Reino Unido ahora mismo de “emergente” parece tener muy poco: mientras que las divisas emergentes son llamadas así por las (supuestas) perspectivas de fuerte crecimiento a futuro de las economías que las respaldan, el camino recorrido por la Libra va exactamente en el sentido inverso. Así, ha pasado al grupo de los emergentes pero porque el comportamiento que en realidad está teniendo es el de una divisa “sumergente”.

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El Blog Salmón

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DerBlaueMond

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